María Suárez Toro,
Puerto Rico
Enero 2008

Video del vuelo:  https://vimeo.com/1119897

Dedicado a Alda Facio, con quién comparto año de nacimiento, muchas luchas y una inspiración que me sigue guiando cuando para ese libro que motivó mi vuelo, me dijo que para ella el mundo por el cual luchaba era uno en el que «…la niñez pueda vivir su vida desde su sabiduría, la adolescencia desde su auto estima, la adultez en paz y la vejez en el placer…»

Hoy, 15 años después, sigo deseando y aportando a construir ese sueño truncado en nuestro año de nacimiento, el 1948 para el pueblo palestino … Es la mayor injusticia que he conocido en vida: un genocidio sin precedentes… de aniquilamiento total de toda la red de la vida  y la vida misma, y una inseguridad para el mundo, donde el patriarcado, la supremacía y el capitalismo, se envalentonan contra TODOS los pueblos, especialmente sus mujeres y su niñez…
Todos los pueblos y espero en vida que los israelitas no sionistas se den cuenta pronto. El resto ya despierta de su trauma, su silencio y su inacción… Gracias Alda, seguimos. 

 

Un día yo creí que podría volar; creí, sin ninguna duda, que podría volar ese día.
Volar así, como dice la canción de R. Nelly con ese nombre en la película Space Jam.

 Dice así:

Yo creo que puedo volar,
creo que puedo tocar el cielo.

Lo pienso  día y noche:

Que puedo extender mis alas y alzar vuelo.

Creo que puedo planear.
Me veo correr  hasta atravesar

esa puerta abierta que es volar.
Creo que puedo volar,

creo que puedo volar, creo que puedo.

Veo ahora que estaba al borde de un colapso,
porque a veces el silencio es un sonido tan alto.
Pero hay milagros en la vida que quiero alcanzar,

pero para ello tengo que saber que empiezan en mi, oh sí.

Si lo visualizo lo puedo lograr,

si lo creo no es nada del otro mundo volar.

Ey, mira, si tan solo extiendo mis alas,

Puedo volar, puedo volar, puedo volar.

Y es que si volar es parte de la metamorfosis del efecto mariposa[1], ¿por qué no va a ser parte de la vida nuestra siempre?

La mariposa es un cuerpo que se re-crea, de reinventa  a sí misma en distintas versiones en su corta pero intensa historia de vida. Durante siglos, su metamorfosis fue un enigma para las culturas ancestrales, igual que como lo es hoy para las ciencias modernas; un misterio que puede conocerse, aunque se mantenga siempre en el ámbito de lo que no deja nunca de asombrarnos.

Para pasar de ser un gusano a una adulta que vuela, la mariposa tiene que crear un nuevo cuerpo, un cuerpo con alas, con antenas, con una lengua-larga que se encoje y se estira, unos ojos multifacéticos, patas respingadas, etc.

Se sabe ahora que esa monumental revolución de la mariposa está regida por un intenso flujo hormonal que la ambientalista y escritora Kim Todd[2] compara con el de una adolescente cuando desarrolla para convertirse en adulta. Con la diferencia, claro está,  que en humana y humanos, ese regir de las hormonas es muy controlado social y políticamente, especialmente el de las mujeres. Ey, se me ocurre que tal vez por eso es que nunca volamos.

Pero sigamos con las mariposas. Su metamorfosis depende, no solamente de la división y especialización celular que sucede entre gusano y pupa y entre pupa y mariposa, sino que depende también de la muerte de células para que puedan emerger nuevas estructuras y desparezcan las viejas.

                                          Su vuelo reta hasta la genética

Pienso en las más recientes teorías sobre nuestra composición genética y la relación entre herencia y el ambiente que nos hace cambiar. La ciencia ha dejado de plantear herencia e influencia del ambiente como dicotomía, para dejarnos saber que más que un código genético que se replica para pasar el mismo código como tal, fijo e inalterable, lo que tenemos es un “sistema epigenético” lo que significa en lenguaje laico que el genoma interactúa con el medio, es decir, no todo viene “fríamente calculado” por herencia.

A estas alturas del Siglo XXI, se reconoce que la interacción molecular y química sucede en forma menos lineal y más en red, donde por ejemplo, la ADN[3] mismo es apenas un componente de ese sistema; donde muchos de los cambios son activados por la interacción con ese medio durante el desarrollo del sistema como un todo, un sistema que es autoorganizado.[4]

Esto implica que hay una interacción permanente entre genes y ambiente que hace que cada gen – con su doble hélice que se abre y se cierra –  promueve que  si bien se repliquen unas características genéticas que se heredan, también implica que otras que en algún momento de la evolución pudieron o no estar abiertas, se cierran. Y hay otras que nunca se han abierto aunque están allí en nosotras como posibilidad.

A fin de cuentas, la metamorfosis de las mariposas sigue cuestionado las teorías lineales  por cuanto ellas usan los mismos genes y la misma composición genética para re-construirse sus cuerpos en formas diferentes en cada etapa de su vida. En otras palabras, sus genes no sólo hacen su replica, sino que de alguna manera sus sistemas epigenéticos modifican los códigos en cada estadio de su evolución.

Sabemos que muchas características que heredamos no son estáticas, sino que cambian de acuerdo a estímulos externos aunque no se sepa cuales, ni cómo, ni cuando. Sabemos además que humanas y humanos compartimos con otras especies una gran cantidad de genes que no se han abierto en ellas o que están abiertas en ellas pero no en la especie nuestra.

Ey, ello puede implicar que yo tenga, potencialmente, los genes para volar que tienen las mariposas, sólo que en mí nunca se han abierto, con lo cual podría llegar a ser una mariposa si alzo vuelo.

                                                                           Volar es cambiar

Era la mañana del 30 de enero del 2008, año en que cumplo mis 60 años de edad. Seis décadas de caminar por estos mundos y más recientemente, de escribir sobre las mujeres y el efecto mariposa. Ya era hora de volar.

Yo creí que podía volar ese día, porque creí en mí, a pesar o por encima de los silencios, pero también porque creí en las mariposas. Sí, yo creí que podía volar un día por encima del silencio y más allá de las limitaciones de mi composición genética, de mi socialización de género y mi historia personal.

Estaba convencida que sin las mariposas y sin nosotras, no puede haber efecto mariposa. Pero como yo no tengo abiertos los genes de doble hélice para volar que tienen abiertas de par en par las mariposas para volar, tuve que  hacerlo abriendo un paracaídas.

Y al volar literalmente, me di cuenta que las mujeres tenemos muchas formas de alzar vuelo y que lo hacemos muchas veces en la vida. Para unas es aprender a decir “si” a lo que queremos, para otras decir “no” a lo que no nos gusta ni es justo para nosotras o para el resto; para otras significa decir “basta ya” a los abusos que nos aguantamos esperando que cambiara o hubiese una disculpa que nunca llegó; y para otras es afirmarnos en nuestros deseos y proyectos de vida como mujeres en red. En realidad es todo eso en distintos y en simultáneos momentos, todo el tiempo.

Arecibo en Puerto Rico, es la esquina nor-oeste de la isla rectangular donde mar y tierra dan una vuelta para moverse hacia el sur por el oeste. Bueno, después de volar, sé que no es sólo la mar y la tierra, sino el aire, el viento y  lo etéreo (campos energéticos) porque ellos fueron mis compañeros de vuelo. Es una impresionante vista de los lugares donde la mar besa la costa y el viento las une mientras las revuelca.

Era un día claro, nublado arriba, bien arriba, a los 7,500 pies que trepamos en la pequeña avioneta Cesna que nos dejó caer a 210 millas por hora de esos eternos 6 minutos antes de que abriera el hermoso paracaídas en el que planeamos el universo hasta regresar a tierra.

Jason fue mi entrenador y fue mi compañero de vuelo. El dice que en su Escuela de Paracaidismo hay más hombres que mujeres, pero que es su experiencia que las mujeres aún estando socializadas para creer que no pueden volar, son más valientes cuando se trata de probar. “Llegan aquí muchas parejas decididas a volar por primera vez, pero es muy común que el hombre termina quedándose en tierra y ellas son las que se trepan en la avioneta y experimentan. Tal vez es que ellas son más aventureras y la verdad es que se necesita serlo para volar.”

O tal vez – pienso mientras le escucho – tal vez nosotras necesitamos con más urgencia desarrollar la capacidad de volar porque desde que nacimos mujeres, nos empezaron a cortar las alas y el vuelo. Así especulo yo con esta intensa capacidad mental de reinventar mi mundo.

Miro por la ventanita del avión, entre mis lentes especiales multifacéticos que a la vez que me permiten ver, cuidan mis ojos de las inclemencias del viento que recibo en la cara a semejante velocidad y altura abismal. Estamos por encima de las nubes para tirarnos desde allí. He perdido la noción de lugar para que el viento y lo etéreo se convierta en mi único hogar.

Me pesa mi espíritu aventurero casi tanto como me pesa mi cuerpo, el paracaídas y la mochila, porque me invade el terror de lo que me espera.  Jason sabe lo que está pasando y me habla. Me recuerda que le dije hace unos minutos en tierra que he venido a volar para aprender de ello. Intencionalidades. Eso, más la suma de experiencias y el soplo del viento, de eso se compone la vida.

Recupero la fuerza y en sentido del vuelo.  No miro más para fuera. Me concentro en mi universo interno. Recuerdo mis 60 años de vida. Nada mal, cuando miro para atrás o cuando me veo en este momento. “Tú naciste con un ángel” me acababa de decir mi madre ese día cuando me llamó el encargado de teatro del Instituto de Cultura Puertorriqueña, Rafi Cruzado, para decirme que quieren estrenar el XLIV Festival Internacional de Teatro con la obra “Alas de Mariposa” basada en mi libro.

“Tú naciste con un ángel”, me vuelve a repetir mi madre cuando Provi Seín, feminista de Aleph, Compañía de Teatro de Puerto Rico acepta hacer una interpretación de la obra con el Colectivo Alas de Mariposa para tal evento y Rafi se compromete a recibir la propuesta para financiar toda la iniciativa.

¡Hoy tengo que volar! Las nuevas oportunidades que se abren para el proyecto me recuerdan por qué me he dispuesto a volar. No se pude estar hablando y hablando del efecto mariposa sin experimentar el vuelo de las mariposas. Por eso me decidí a volar entes de que se publique el libro y salga la obra.

Jason me saca de mi meditación para abrir la compuerta y dejarme saber que es hora de saltar. Un hilo de sangre fría se mezcla con lo helado de la temperatura que hay a esa altura. Pero estoy preparada. No hay paso atrás. Únicamente el del impulso. Me mezo sobre mis nalgas, sentada en la orilla de la compuerta abierta, pies afuera, anteojos especiales puestos, paracaídas revisado y Jason conectado conmigo en cinco puntos de nuestros cuerpos a través de las mochilas y sus ganchos estratégicamente colocados en cada punto. ¡Que dicha que volaremos juntos! Todavía ni se me ocurriría hacerlo sola. Eso requiere otras destrezas que no se pueden improvisar.

Me lanzo y jalo a Jason conmigo. Uf, la velocidad, el viento, la sensación tan nueva de perder el control de todo, absolutamente de todo lo conocido en este mundo, me marean. Creo que perdí el conocimiento por un instante. Cuando recuperé la conciencia la vista era espectacular y la sensación orgásmica. Puerto Rico – la tierra que me dio nacer – se extendía majestuosamente ante mi mirada. Y mi cuerpo no tenia limites que le delimitaran el espacio o lo detuvieran en el tiempo.

Extendí los brazos en son de vuelo, estiré las piernas como queriendo convertirlas en rabo de tijeretas y me dejé planear con el viento. Todo fue tan natural que sentí que había una cierta memoria ancestral de saber volar.  Bajamos y planeamos, giramos y nos colocamos panza arriba desafiando todas las leyes gravitacionales del universo.

Y cuando llegamos a los 5,000 metros, jalamos el cordón del paracaídas para preparar un aterrizaje suave y exitoso. Las alas técnicas del paracaídas me recuerdan que no se puede volar de esa forma todo el tiempo. Pero el momento, las sensaciones, las lecciones, siempre quedan.

Media hora antes había salido en la avioneta de la pista en el pequeño aeropuerto de Arecibo, sin saber por dónde volaría y a dónde llegaría, pero regresé al mismísimo lugar de donde había salido. Todo estaba igual que antes. La única que habría cambiado era yo.

Fue suave el aterrizaje, pero estaba tan conmovida que casi quedé muda, como no queriendo aterrizar tan rápido ni regresar tan pronto a tierra. Ha de ser la memoria ancestral, el soplo vital de la vida con el que vinimos al mundo antes de que la “civilización” se nos impusiera. Me arrodillo en tierra y doy gracias a la vida y a mi madre y padre por el primer soplo que me dieron cuando me trajeron a esta vida y hasta por los empujones que me siguen dando para que vuele. ¡Hay que tener raíces para volar alto!

                                                     El mundo de Miss Mundo

Y bueno, como a mí me suelen suceder las cosas más insólitas en este mundo, el día que fui a montarme en mi vuelo feminista adivinen quien apareció en el hangar para tratar de volar por primera vez también. ¡La candidata de Puerto Rico a Miss Mundo, Jennifer Guevara! Hiperactiva, segura de si misma, rodeada de medios y de periodistas, preciosa la chiquilla: unos ojos grandes color azabache y pelo lacio- negro- largo, morena y estilizada. Arawak, Caribe y Taína de pura cepa.

“Ay no – le dice Jennifer a un periodista – por qué le voy a tener miedo a volar si eso no es nada.”

¡Volver a los 17, como dice la canción que cantaba Violeta Parra. Tiene veinte años de edad, época en que cualquier adolescente que ha tenido amplias oportunidades en la vida, una vida personal, familiar, comunitaria y estudiantil estimulante y tranquila (somos pocas en este mundo), verdaderamente creíamos que teníamos el mundo en nuestras manos y en nuestro porvenir. A esa edad en esas condiciones, lo nuestro era el vuelo de las mariposas, no menos. Hasta que empiezan a decirte que no puedes volar, que no es bueno volar, cuando te ven que agarras demasiado vuelo. O te quitan las alas a pedacitos, escama por escama. O te las arrancan de cuajo hasta que no te queden ganas.

No supe cómo fue el vuelo de Jennifer, ya que cuando vi aquel salpafuera, le pedí a la compañía de Jason que quería recuperar la intimidad de mi vuelo. Nada de cámaras, nada de colegas periodistas, nada de Miss Mundo, nada de publicidad o propaganda para el vuelo mío.  Pero bueno, el vuelo de Miss Mundo lo veré pronto en UNIVISION porque el vuelo de ella era un montaje publicitario y mediático a gran escala.

Claro, por esa vía nunca sabré cómo se sintió ella verdaderamente, porque aunque ese asunto de la imagen  publicitaria tiene sus ventajas, nunca sabes la procesión que llevan las figuras públicas por dentro. Jennifer, si algún día lees esto, quiero entrevistarte como periodista feminista para saber como fue para ti, tu vuelo.

Planear en el cielo y “metamorfear”

Dice Kim Todd, que el misterio de la metamorfosis de las mariposas ha sido y sigue siendo una fuente de “enganche” de humanas y humanos con la naturaleza, porque rompe con las teorías clásicas sobre la evolución de las especies, pero también por no poder controlarla, ni siquiera captar su misterio.

Biológicamente, dice la autora, la metamorfosis es una adaptación fenomenal que habla de esperanza, porque es un cambio radical. Lo que pasa en la naturaleza de las mariposas, y tal vez la nuestra es que por un lado la metamorfosis es una forma radical de crecer y dejar nacer cosas nuevas, pero por otro lado, da miedo porque el proceso  metamórfico evidencia que no sabemos de antemano cómo vamos a ser, replanteando además quiénes hemos sido.

Pero a la vez la metamorfosis misma es nuestra fuente de energía que potencia la forma como nos percibimos y nos asumimos en la capacidad de cambiar nuestras vidas y el mundo en la que las construimos.

Nos recuerda que muchas criaturas en este mundo tuvieron su origen en otra forma,  tal vez para recordarnos en el aporte inmortal de la mariposa con su metamorfosis: que para crecer no nos podemos atener a ser de una sola forma.

Lingüísticamente, la palabra “mariposa” ha tenido acepciones interesantes. Para los aztecas ella es fuego, muerte, cambio, entre otras simbologías mas. Para Aristóteles, quiso decir “psiquis”, “aliento” y “alma.” Y la larva históricamente ha sido considerada una careta. La pupa es una “niña” en latín. En inglés es un puppet, una marioneta esperando ser animada para alzar vuelo. La crisalisis en griego es “oro”. El cocuyo es una concha. Y la palabra “imago” que se usa para mariposa, implica que todo lo demás antes de ella, era “máscara” para poder nacer cosas nuevas.

Para nosotras la metamorfosis es alzar vuelo. Hacerlo literalmente, me enseñó que volar es dejarse llevar por el soplo de la vida con el que vinimos al mundo para vivir lo nuestro y dejar que nos influenciara sin perdernos.

En fin, volar es “metamorfear” todo el tiempo, pero hacerlo desde adentro con el efecto de las mariposas, rompiendo barreras y rompiendo silencios y emprendiendo luchas para volar desde los vientos que trascienden estos tiempos en los que nos ha tocado andar.

(Fin)

[1] Este es el tema de mi libro Mujeres, metamorfosis del efecto mariposa que está pronto a ser publicado por la Editorial Farben/Norma y que está basado en mi tesis doctoral en la Universidad de La Salle en el 2006.

[2] Kim Todd, ecologista, autora del libro Crysalis, Sybilla Merian, The Secrets of Metamorphosis.

[3] ADN una molécula que es la base de la herencia, eestructuralmente se presenta en forma de dos cadenas helicoidales arrolladas alrededor de un mismo eje (imaginario); las adenas están unidas entre sí por las bases que la hacen en pares. Esa es la capacidad que tiene l ADN de hacer copias o réplicas de su molécula. Este proceso es fundamental para la transferencia de la información genética de generación en generación. Las moléculas se replican de un modo semiconservativo. La doble hélice se separa y cada una de las cadenas sirve de molde para la síntesis de una nueva cadena complementaria. El resultado final son dos moléculas idénticas a la original.

(Tomado de www.monografias.com/trabajos12/desox/desox.shtml)

[4] Autoorganizado: Se refiere a la propiedad de los sistemas de producirse a sí mismos, es el “acoplamiento” de un sistema a su entorno, concepto introducido por Humberto Maturana y Francisco Varlea.